
“La maquinista” – Continúa la historia
Ejercicios
Capítulo I
Instrucciones
Aquí tienes el capítulo I de Paul Barrette, 63 años, de Canadá. Estudiante de español en la Escuela Intercultura en Sámara en Costa Rica. Escúchalo y completa las actividades correspondientes. Si quieres inventar el siguiente capítulo, tienes las premisas en el próximo apartado. Y si quieres que tu texto pueda ser publicado, escribe el capítulo IV bajo las premisas que aparecen en el último apartado de la actividad:
Capítulo II
Instrucciones
Aquí tienes el capítulo II escrito por un grupo de estudiantes de Kisp-cvo, un centro de enseñanza para adultos en Aalst (Flandes, Bélgica). Los autores y las autoras de este capítulo son: Rita, Martine, Magda, Trui, Mady, Monique, Wim, Annick, Ignace y Ronny y tienen entre 55 y 75 años. Escúchalo y completa las actividades correspondientes. Si quieres inventar el siguiente capítulo, tienes las premisas en el próximo apartado. Y si quieres que tu texto pueda ser publicado, escribe el capítulo IV bajo las premisas que aparecen en el último apartado de la actividad:
Capítulo III
Instrucciones
Aquí tienes el capítulo III escrito por Alicja Wojciechowska una estudiante de español de Polonia. Escúchalo y completa las actividades correspondientes. Si quieres inventar el cuarto capítulo, tal y como han hecho estos alumnos, las premisas son las que aparecen en el último apartado de la actividad:
Capítulo IV
Instrucciones
Si quieres escribir el cuarto capítulo, sigue las instrucciones:
Este capítulo debe empezar así:
“Sonia no sabía qué pensar, pero después de un momento de vacilación, recogió la galleta y la miró atentamente…”
Al entrar en el bar, Sonia se quedó de piedra: la campeona de esprint estaba cantando en ruso…
Sonia se puso blanca como la leche. No podía creer lo que sus ojos veían y lo que sus orejas escuchaban. ¿Era posible que la campeona de esprint fuera una espía extranjera? ¡Qué horror! ¿Qué debería hacer ahora?
Naoko notó su incomodidad y decidió hablar.
– Cálmate. Sé que puede parecer raro, pero todo es mucho más complicado de lo que te dijo tu gobierno.
– ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que no sabes la verdad. No sabes lo que realmente está pasando aquí. – Naoko buscó en su bolsillo y sacó un sobre. El mismo sobre que Sonia había visto antes en manos de la campeona rusa. – Aqui hay algo que va a cambiar tu vida.
Sonia levantó las cejas.
– Mira, tengo una misión extremadamente importante y tenía que encontrarte para…
Naoko la ignoró y abrió el sobre. Sonia esperaba ver dentro algún tipo de carta, pero la realidad la sorprendió. En lugar de una carta ella vio… una galleta de jengibre.
– ¿Qué es eso? No entiendo.
– Es el símbolo de nuestra organización.
– ¿Organización?
– Sí, la sociedad Internacional de Espías. Natasha y yo somos ambas miembros. No trabajamos solo para nuestros gobiernos, pero sobre todo estamos juntos a cargo de mantener la paz mundial. No tienes ni idea de lo mal estaría todo sin nosotros. Pero aprenderás todo pronto. Esta galleta de jengibre es para ti. Dentro encontrarás una tarjeta de memoria con toda la información que necesitas para entender lo que estamos haciendo y cuál será tu papel en este escenario. Bienvenida a nuestra sociedad.
Naoko le dio un sobre con una sonrisa misteriosa. Sonia no sabía qué pensar, pero después de un momento de vacilación, recogió la galleta y la miró atentamente.
Gracias por participar 🙂
De Nathalie, Lucie y Danielle, alumnas de UCP3A-Toulouse:
“¡Allí está! ¡Allí está!”, se dijo, al divisar el logotipo en el uniforme que llevaba. Era una mujer de rasgos japoneses, pequeña y morena. Sonia pensó que había llegado el momento del reconocimiento y sacó su pañuelo blanco del bolso mirando a la mujer recién llegada para ver si se tocaba la oreja derecha. Enseguida se acercó a ella y juntas se dirigieron hacia la salida del museo, que iba a cerrar en ese preciso momento.
Delante del edificio las esperaba un banco pintado de blanco y se sentaron frente al jardín. Las dos mujeres se presentaron y se pusieron a hablar de la misión. Sonia le enseñó el documento que le había entregado el Presidente. La mujer japonesa sacó también un documento importante.
Cada una expresó sus argumentos con mucha fuerza sobre el tema del decubrimiento de ambos países. La japonesa aseguraba que la técnica de la cerámica había comenzado en Japón 15.000 años antes de JC, y como prueba le enseñó una foto del jarrón kintsugi que los arqueólogos encontraron en Costa Rica. Era muy consciente de la gravedad de esta revelación y de las consecuencias que tendría en el pasado de Costa Rica. En primer lugar, afectaría al impacto del turismo de los japoneses en Costa Rica y, por consiguiente, acarrearía no pocos problemas económicos.
(Continuará…)
Gracias por tu respuesta 🙂
¡Ahí está, ahí está! se dijo, al divisar el logotipo en el uniforme que llevaba. Era una mujer.
” ¡Qué suerte!” pensó Sonia, “Puedo trabajar con una compañera al otro lado del mundo, una mujer que probablemente haya tenido que superar retos parecidos a los que yo misma me he tenido que enfrentar en mi carrera”.
Sonia, la mujer inteligente con la capacidad de observación, tenía un plan. Ella había descubierto, durante su corto uso del móvil, que un jarrón costarricense en el sitio del museo nacional de Tokio tenía un diseño muy parecido a los diseños de los Mayas. Ella sabía que los antropólogos de América Central trabajan con la idea principal de que hubo un intercambio histórico entre los Mayas del norte y los indígenas de Costa Rica y era más probable que el diseño del jarrón tuviera conexiones con el mundo Maya que con el del Japón.
Ella sabía también que los periodistas que probaron la teoría de que los japoneses habían explorado Costa Rica antes que España, habían usado este diseño de jarrón Kintsugi como evidencia principal de sus conclusiones, pero no había ninguna otra evidencia histórica de la presencia japonesa salvo ese jarrón. No había ningún dato disponible sobre transporte, comunicación o vivencia japonesa.
Como agente policial ella quería examinar y comprobar todos los datos, y ella había sospechado que los periodistas que habían comprobado la teoría, en realidad no eran historiadores, sabía que tampoco habían trabajado con historiadores y antropólogos del prestigioso Centro de Investigación y Cultura Maya, situado en Heredia, Costa Rica.
Por eso, el plan de Sonia era examinar en detalle el diseño y procedencia del jarrón y obtener más información para corroborar sus sospechas. Afortunadamente tenía una amiga en el Centro de Investigación y Cultura y con la ayuda de su amiga pudo comprobar que efectivamente se trataba de un diseño Maya y, aunque los de japón eran similares, los periodistas habían cometido un grave error.
Quedaban solo algunos minutos antes de la conferencia de prensa que haría el Presidente de Costa Rica ante toda la nación sobre este asunto.
Gracias 🙂
Había una mujer disfrazada de conductora de tren, tal como le dijeron a Sonia que habría. Ella era la agente encubierta japonesa con la que Sonia tenía que contactar. Sonia se acercó al agente y se presentó, el nombre del agente era Sara, decidieron tomar un café juntas y discutir qué hacer a continuación. Sabían que algunos artefactos indígenas demostraban que los japoneses habían explorado Costa Rica mucho antes que España y este descubrimiento llevaría a una situación enrevesada a nivel internacional, con altos riesgos de desestabilizar no solo a Costa Rica, sino a toda Centroamérica. Sonia necesitaba entablar una conversación importante con el presidente, pero recordó que su teléfono necesitaba cargarse porque no tenía adaptador. Aunque Sonia solía estar tranquila bajo presión, estaba muy malhumorada por esto, tal vez debido al largo vuelo. Sara, la agente encubierta japonesa, decidió que debían descansar y reagruparse al día siguiente. Al día siguiente, faltaban todos los documentos y datos sobre este tema secreto. Alguien había robado los documentos físicos y los dispositivos electrónicos de Sonia y Sara. No sabían qué hacer. ¡Esta fue una misión de alto secreto del presidente! Esto fue muy serio para ellos, ya que seguramente perderían sus trabajos y cuando la prensa se enterara, sus rostros estarían en todas las noticias. Decidieron esconderse y vivir una vida normal con trabajos normales en América del Sur.
Gracias, Karen 🙂
“¡Allí está! ¡Allí está!”, se dijo, al divisar el logotipo en el uniforme que llevaba. Era una mujer Japonesa de unos cuarenta años, y tenia pelo negro. “¡Ella encaja con la descripción!”, se acercó a ella. Pronto Sonia se dio cuenta que esta conductora no era la persona correcta, porque ella estaba solo hablando Japonés. Sonia había decidido ir al museo antes de que cerrará.
Sonia llegó a la puerta justo antes de las 17:00. Entro sigilosamente al cuarto donde estaban los artefactos indígenas. Sonia intentó robarlos pero se activó la alarma. Entonces ella empezó a escapar del museo. Primero, ella corrió a la estación más cercana. Después utilizó el sistema de tránsito complejo para confundir a los policías. A pesar de que había estudiado ese sistema en el avión, no sabía el sistema completamente y se perdió. Cuando estaba entrando en pánico, la conductora japonesa se acercó y le ayudó a escapar. Le susurro, “No admití conocerte antes porque la seguridad nacional estaba vigilandote.”
Sonia volvió a Costa Rico a salvo pero sin los artefactos indígenas. Entonces el presidente no estaba feliz con ella. El gobierno evitó conducir a una enrevesada situación internacional y no pudo castigar a Sonia. Así que la historia de la primera exploración de Costa Rica por japoneses se convirtió en un misterio.
Gracias, Juan 🙂
Era una mujer japonesa, un poco más vieja que esperaba, pensó Sonia. Ella se aproximó: ¡Hola! ¿Cuándo es el próximo horario del metro? La mujer le respondió muy rápidamente: A las cinco y media. Vá al baño de la estación, al otro lado de la calle, aquí ya estará cerrado.
No era exactamente para usar el baño. Sonia lo sabía. Entonces, así cumplió el orden y se fué como una turista. Llegando al baño de la estación, la mujer no estaba allí, pensó: Fué engañada. Pero luego ella llegó y, sin decir
una palabra, abrió la puerta para el área de trabajadores, siguió por un camino oscuro, subió unas escaleras y salió en otro baño: estaba en el museo nuevamente. ¿Cómo fué posible? Aquel gran salón estaba sin nadie. Y así llegó a la sala cerrada para los turistas: estaba allí: un jarrón kintsugi. Y no sólo uno, era una sala llena de ellos.
Gracias por tu continuación de la historia 🙂
Hola, buenas tardes
Algunos de mis alumnos han enviado textos, sin embargo no están publicados. Me preguntan, pero yo no sé de qué depende. Por favor ¿podríais decirme algo?
Muchas gracias,
Cecilia J.
Tenemos que aprobarlas previamente. Mira a ver si es alguna de las que acabamos de validar.
Hola:
Como soy una alumna y que nadie me corrigió, es seguro que quedan errores en el texto.
“¡Allí está! ¡Allí está!”, se dijo, al divisar el logotipo en el uniforme que llevaba. Era una mujer muy pequeñita como unicamente pueden ser las Japonesas. Tenía la piel tipicamente asiática, y los ojos rasgados. La vio avanzar con prudencia en su dirección. Bajo las mangas de su uniforme se pudo adivinar muslos muy desarrollados. ¿Qué deporte haría? Tendría el cinturón negro en algun arte marcial? Debía interrumpir sus pensamientos ya que se acercaba de la salida del museo. Los vistazos de las dos mujeres se cruzaron, y en aquel momento Sonia se realizó que la Japonesa le había divisado también. Como era casi la hora de la cerrada del museo, Sonia se juntó a los otros turistas que salieron. De esta manera podría seguir de manera discreta a la agenta encubierta japonesa que se dirigió al parque ubicado al frente del museo. Se sintió en un banco aislado. Sonia se acercó y se sintió en el mismo banco, y entonces sacó su celular de su bolso y fingía leer sus mensajes. Ninguno podría haber sabido que estaba completamente descargado. La Japonesa le sonrió y empezó una conversación de besugos hasta que la mayoría de las turistas se habían ido. Entonces, sin ningun cambio en su rostro empezó a contarle el mensaje tan importante y secreto. Le escuchó durante por lo menos diez minutos. Cuando había terminado sus revelaciones, se levantó, le dio un adiós de la cabeza y se fue.
¿Era verdad todo lo que le había confiado la Japonesa? ¿¡Podría ser que los famosos jarrones Kintsugi estaban hechos de trozos de hallazgos costaricanos?! ¡Si era así, entonces los Japoneses habían contrabandeado estos artefactos, y por eso eran ladrones! ¡Qué secreto: los jarrones Kintsugi eran hechos de objetos robados! ¡Pero los artistas que hacen estos jarrones, no deben saberlo! ¿Qué pasariá si todo esto seriá revelado a la población de ambos países? ¿No sería mejor callarse para guardar la paz? La palabra es plata y el silencio es oro…¿No?
Gracias por tu continuación 🙂
Como soy una alumna y que nadie me corrigió el texto, es seguro que hay errores…
“¡Allí está! ¡Allí está!”, se dijo, al divisar el logotipo en el uniforme que llevaba. Era una mujer muy pequeñita como unicamente pueden ser las Japonesas. Tenía la piel tipicamente asiática, y los ojos rasgados. La vio avanzar con prudencia en su dirección. Bajo las mangas de su uniforme se pudo adivinar muslos muy desarrollados. ¿Qué deporte haría? Tendría el cinturón negro en algun arte marcial? Debía interrumpir sus pensamientos ya que se acercaba de la salida del museo. Los vistazos de las dos mujeres se cruzaron, y en aquel momento Sonia se realizó que la Japonesa le había divisado también. Como era casi la hora de la cerrada del museo, Sonia se juntó a los otros turistas que salieron. De esta manera podría seguir de manera discreta a la agenta encubierta japonesa que se dirigió al parque ubicado al frente del museo. Se sintió en un banco aislado. Sonia se acercó y se sintió en el mismo banco, y entonces sacó su celular de su bolso y fingía leer sus mensajes. Ninguno podría haber sabido que estaba completamente descargado. La Japonesa le sonrió y empezó una conversación de besugos hasta que la mayoría de las turistas se habían ido. Entonces, sin ningun cambio en su rostro empezó a contarle el mensaje tan importante y secreto. Le escuchó durante por lo menos diez minutos. Cuando había terminado sus revelaciones, se levantó, le dio un adiós de la cabeza y se fue.
¿Era verdad todo lo que le había confiado la Japonesa? ¿¡Podría ser que los famosos jarrones Kintsugi estaban hechos de trozos de hallazgos costaricanos?! ¡Si era así, entonces los Japoneses habían contrabandeado estos artefactos, y por eso eran ladrones! ¡Qué secreto: los jarrones Kintsugi eran hechos de objetos robados! ¡Pero los artistas que hacen estos jarrones, no deben saberlo! ¿Qué pasariá si todo esto seriá revelado a la población de ambos países? ¿No sería mejor callarse para guardar la paz? La palabra es plata y el silencio es oro…¿No?
Gracias, Petra.
El personaje principal va al metro para encontrar a la sospechosa. Sube en un tren y después ve arriba del techo unas bombas que la sospechosa colocó para destruír al museo. Porque no quiere que la información de ese museo se propague por el mundo y así se enteren que los japoneses llegaron a América antes que los españoles.
Estos terroristas creen que sería una vergüenza para la historia Europea este hallazgo. Y quieren evitar a toda costa que se publiquen los resultados de las investigaciones. Sería muy peligroso para la historia europea, dado que tendrían que revisar todos los detalles de lo que se creía el acontecimiento más importante de la historia. ¿Entonces será que los japoneses descubrieron América? Un detalle asombroso que cautivará a la opinión pública y llenará de vergüenza a los españoles. Querían evitar a toda cosa que esta noticia se propague por el mundo.
Nuestra heroína entra al metro y ve que en el techo han colocado bombas. El tren debería haber salido rumbo a Tokio. Está demorado en la estación, algo extraño pasa…
Hace varios minutos que no sale el tren y debería haber salido.
Nuestra heroína ve a la super villana colocando más bombas en el techo del metro. Quiere hacer volar por completo el museo.
Las bombas tienen una cuenta regresiva de una hora.
¿Cómo hará nuestra heroína para evitar la catástrofe?
Ella salta al techo del tren de modo que nadie la vea, saca dos espadas invisibles para que la gente que está en el tren no entre en pánico. Y comienza la lucha…
La super villana tiene un láser y amenaza con utilizarlo para matar a las personas inocentes que están en el metro.
Nuestra heroína intenta sacarla del techo con sus espadas para que no siga poniendo bombas.
En el próximo capítulos veremos cómo desactiva las bombas.
Gracias, Dante.
Capitulo 2
por Tim Strong, 18 años, de Canadá
“¡Allí está! ¡Allí está!”, se dijo, al divisar el logotipo en el uniforme que llevaba. Era una mujer baja y delgada con una estatura inusualmente autoritaria. A pesar de esto, Sonia podía sentir que estaba nerviosa debajo de su comportamiento estoico. La costarricense se acercó con cuidado a la nipona, se aclaró la garganta y dijo: “Disculpe, ¿qué camino lleva a un pasado compartido?”. – la frase clave que la DIS le había dicho que usara. Los ojos de la mujer se iluminaron con reconocimiento.
“Sí, señora, por aquí, sígame”, dijo enérgicamente y caminó hacia la derecha por un pasillo bordeado de artefactos japoneses antiguos. Se paró en una habitación oscura frente a una estatua, miró a su alrededor para ver si había alguien a la vista o al alcance del oído, y decisivamente, tocó la estatua en cinco puntos diferentes con tanta rapidez que Sonia ni siquiera tuvo tiempo de registrar lo que había hecho. Y tampoco tuvo mucho tiempo para procesar lo que acababa de suceder porque una nueva sorpresa le estaba esperando: una parte de la pared previamente sólida giró y permitió que un pasadizo oculto apareciera a la vista. La “maquinista” sacudió la cabeza en silencio en dirección a la puerta. Sonia asintió y luego siguió rápidamente a la mujer japonesa por el pasillo; la pared se selló detrás de ellos después de que entraron.
“¿Podemos hablar ahora?” – preguntó Sonia en voz baja mientras avanzaban a paso ligero por el recién inaugurado pasillo. “Todavía no, sigue caminando” – respondió su compañera. Llegaron al final del pasillo; alli había una puerta metálica con cerradura de teclado, en el que la “maquinista” entró un codigo rapidamente. “Autentificacion doble?” – bromeó Sonia, intentando quitar un poco de la torpeza y la tension entre las dos mujeres. Improbablemente, funcionó: la nipona sonrió y hasta rió levemente antes de contestar: “Podría llamarlo asi, sí.” La cerradura sonó y la puerta se deslizó a un lado lentamente.
Gracias, Tim 🙂
(Texto de los alumnos de mi grupo del lunes por la mañana: Rita, Martine, Magda, Trui, Mady, Monique, Wim, Annick, Ignace y Ronny)
Era una mujer cuyos rasgos no le parecían extraños a Sonia. Inconfundiblemente, era Naoko Yamasaki, una astronauta japonesa, la reconocía por sus múltiples apariciones en la prensa internacional. Quizás hubiera una relación entre el programa japonés de espionaje desde el espacio y el hallazgo arqueológico. Naoko salía de la tienda del museo y llevaba entre las manos un jarrón kintsugi de la que sobresalía un rollo de papel en el que Sonia reconocía una discreta estampilla. Le parecía muy extraño. Vio como Naoko le dio el papel a una persona que le parecía sospechosa y que llevaba una camiseta en la que estaba escrito en inglés “campeona del mundo del esprint”. Luego Naoko ocultó un sobre en su uniforme. En aquel momento, Naoko se dio cuenta de que Sonia había observado la transacción y para crear una distracción dejó caer el jarrón. La campeona de esprint aprovechó el caos de la situación para huir corriendo a la salida y desaparecer entre la multitud.
Sonia no estaba segura de que Naoko supiera quién era ella. Decidió usar la señal secreta convenida entre los dos servicios secretos: tocó discretamente el lóbulo de su oreja izquierda dos veces. Naoko dudó unos instantes y entonces pasó dos veces la mano izquierda por el pelo. Sonia siguió en estado de alerta, ya que el encuentro entre Naoko y la chica de la camiseta deportiva la habían hecho dudar. Naoko se acercó a Sonia y se saludaron discretamente.
– ¿Tiene hambre?, le preguntó a Sonia.
– Sí
Naoko propuso ir a comer una ración de karaage con salsa tonkatsu y una copa de vino en el bar karaoke “El paraíso malécu”.
Al entrar en el bar, Sonia se quedó de piedra: la campeona de esprint estaba cantando en ruso.
¡Muchas gracias! 🙂
Era una mujer cuyos rasgos raciales no le parecían extraños a Sonia. Inconfundiblemente, era Naoko Yamasaki, una astronauta japonesa, la reconocía por sus múltiples apariciones en la prensa internacional. Quizás hubiera una relación entre el programa japonés de espionaje desde el espacio y el hallazgo arqueológico. Naoko salía de la tienda del museo y llevaba entre las manos un jarrón kintsugi de la que sobresalía un rollo de papel en el que Sonia reconocía una discreta estampilla. Le parecía muy extraño. Vio como Naoko le dio el papel a una persona que le parecía sospechosa y que llevaba una camiseta en la que estaba escrito en inglés “campeona del mundo de esprint”. Luego Naoko ocultó un sobre en su uniforme. En aquel momento, Naoko se dio cuenta de que Sonia había observado la transacción y para crear una distracción dejó caer el jarrón. La campeona de esprint aprovechó el caos de la situación para huir corriendo a la salida y desaparecer entre la multitud.
Sonia no estaba segura de que Naoko supiera quién era ella. Decidió usar la señal secreta convenida entre los dos servicios secretos: tocó discretamente el lóbulo de su oreja izquierda dos veces. Naoko dudó unos instantes y entonces pasó dos veces la mano izquierda por el pelo. Sonia siguió en estado de alerta, ya que el encuentro entre Naoko y la chica de la camiseta deportiva la habían hecho dudar. Naoko se acercó a Sonia y se saludaron discretamente.
– ¿Tiene hambre?, le preguntó a Sonia.
– Sí.
Naoko propuso ir a comer una ración de karaage con salsa tonkatsu y una copa de vino en el bar karaoke “El paraíso malécu”.
Al entrar en el bar, Sonia se quedó de piedra: la campeona de esprint estaba cantando en ruso.
Rita, Martine, Trui, Magda, Mady, Monique, Wim, Ignace, Annick y Ronny (profesora: Siska)
Muchas gracias 🙂
Lluvia de ideas
Era una mujer cuyos rasgos raciales no le parecían extraños a Sonia. Inconfundiblemente, era Naoko Yamasaki, una astronauta japonesa, la reconocía por sus múltiples apariciones en la prensa internacional. Quizás hubiera una relación entre el programa japonés de espionaje desde el espacio y el hallazgo arqueológico. Naoko salía de la tienda del museo y llevaba entre las manos un jarrón kintsugi de la que sobresalía un rollo de papel en el que Sonia reconocía una discreta estampilla. Le parecía muy extraño. Vio como Naoko le dio el papel a una persona que le parecía sospechosa y que llevaba una camiseta en la que estaba escrito en inglés “campeona del mundo de esprint”. Luego Naoko ocultó un sobre en su uniforme. En aquel momento, Naoko se dio cuenta de que Sonia había observado la transacción y para crear una distracción dejó caer el jarrón. La campeona de esprint aprovechó el caos de la situación para huir corriendo a la salida y desaparecer entre la multitud.
Sonia no estaba segura de que Naoko supiera quién era ella. Decidió usar la señal secreta convenida entre los dos servicios secretos: tocó discretamente el lóbulo de su oreja izquierda dos veces. Naoko dudó unos instantes y entonces pasó dos veces la mano izquierda por el pelo. Sonia siguió en estado de alerta, ya que el encuentro entre Naoko y la chica de la camiseta deportiva la habían hecho dudar. Naoko se acercó a Sonia y se saludaron discretamente.
– ¿Tiene hambre?, le preguntó a Sonia.
– Sí.
Naoko propuso ir a comer una ración de karaage con salsa tonkatsu y una copa de vino en el bar karaoke “El paraíso malécu”.
Al entrar en el bar, Sonia se quedó de piedra: la campeona de esprint estaba cantando en ruso.
Muchas gracias 🙂
“¡Allí está! ¡Allí está!”, se dijo, al divisar el logotipo en el uniforme que llevaba. Era una mujer
No podía acercarse al posible contacto sin tener alguna certeza, iría contra las más elementales reglas de seguridad de la DIS. Recordaba el logo de los ferrocarriles japoneses y ella lo tenía al costado derecho de su traje: JR. La esperanza y el miedo a equivocarse bebían del pésimo veneno de la tecnología ¿cómo había sido tan poco cauta y no había previsto la falta de fiabilidad de las malditas baterías? Sintió ganas de vomitar. Empezó a respirar lentamente para controlar las náuseas, mientras se decía a sí misma “mi mensaje es urbis et orbis, pero ni Dios me puede ayudar ¡Vaya cagada!”
Notó que había un grupo de turistas peruanos que estaban mirando una rara pieza del Museo, un jarrón Kintsugi, una pieza rota y restaurada como las que hay en los museos latinoamericanos…pero qué tontería, se dijo..como si la cerámica precolombina pudiera ayudarla con la batería ¡Vaya idiotez!
Señora, perdone ¿le han dicho si después volvemos al hotel?
Sonia miró con frialdad y distancia al turista peruano que la había confundido por una más del grupo, permaneció en silencio
¿No me entiende? Perdone, yo solo hablo castellano y quéchua
Sonia sonriendo le preguntó:
¿Habla Ud. maléku jaíca?
No, lo siento ¿ Ud. no es peruana, verdad ?
Entonces Sonia dijo en voz alta una frase que su interlocutor no entendió. Acto seguido oyó que el grupo de turistas peruanos comentaban lo rara que era, porque parecía peruana, pero lo que había hablado parecía que era en japonés. No llegó a oír bien algunas burlas que le estaban haciendo a José, porque lentamente se acercó a la extraña mujer que llevaba el logo en su traje y que venía hacia ella con un horario de trenes en sus manos. La mujer le entregó el folleto y le dijo en maléku jaíca:
Veinte minutos después de cerrar el museo, sale el último tren para el aeropuerto.
Por los altavoces se oye un mensaje en inglés diciendo que el museo iba a cerrar en quince minutos.
Sonia mira el folleto que la mujer le había dado y estaba un microchip. Todo había salido perfecto. Levanta los ojos, pero la maquinista japonesa ya había desaparecido. La náusea regresa, ese vómito contenido que conocía tan bien como bien sabía disimularlo, era el veneno de la falsedad, no por otra cosa se había hecho espía: quería saber la verdad, el mundo estaba lleno de mentiras y de piezas rotas.
Andrés Rapino
Bologna, otoño 2022
Muchas gracias, Andrés 🙂
Muchas gracias por la publicación.
Veo que faltan los guiones (-) que indican el inicio del diálogo, por lo que no se entiende bien al leer.
Por favor, los ruego corrigan esto.
TEXTO CON CORRECION:
-Señora, perdone ¿le han dicho si después volvemos al hotel?
Sonia miró con frialdad y distancia al turista peruano que la había confundido por una más del grupo, permaneció en silencio
-¿No me entiende? Perdone, yo solo hablo castellano y quéchua
Sonia sonriendo le preguntó:
-¿Habla Ud. maléku jaíca?
-No, lo siento ¿ Ud. no es peruana, verdad ?
Muchas gracias,
Andrés R.
¡Hola! Muchas gracias por la actividad, me parece muy interesante. Una pequeña cosa: A mis estudiantes les cuesta bastante entender el audio (lo escuchan a través de los altavoces que tenemos en clase), el volumen es bastante bajito, incluso si lo pongo al máximo. Están trabajando ahora mismo en las actividades, y ¡pronto os vamos a enviar nuestra segunda parte!
Lo vamos a mejorar. Gracias por avisar.
¡Hola Siska! Ya hemos subido el audio modificado. Esperamos que se escuche mejor, cualquier otro problema, avísanos por favor. Gracias 🙂 ¡saludos!
¡Hola! ¿Dónde se puede leer o escuchar el capítulo 1? No lo veo por ningun lado de la pagina.
Está dentro del libro interactivo del capítulo 1. Abre el ejercicio 1 y dale a “Leer”
Donde se puede escuchar el capítulo 1 de Paul Barrette? No lo he visto aquí 🤷♀️
En la primera actividad 🙂 Tienes que abrir el libro interactivo.
“¡Allí está! ¡Allí está!”, se dijo, al divisar el logotipo en el uniforme que llevaba. Era una mujer.
La mujer, vio un jarrón Kintsugi. Con una sonrisa, lo cogió y salió corriendo con él. Para sorpresa de Sonia, ninguno de los turistas que había en el aeropuerto de cuenta de lo que robó. Sonia Salió corriendo tras ella y unos guardias de seguridad del aeropuerto también. Entonces llegaron a una puerta, ¡estaban atascadas! La mujer agarró el brazo de Sonia, pateó la puerta y pasaron a un lugar en construcción. La mujer bloqueó la puerta con un candado y saltó por una ventana con Sonia, Pensaba que iba a morir. Pero antes de tocar el suelo, la mujer sacó un lanzador de ganchos del bolsillo, lo disparó y subiendo hasta el tejado. “No te preocupes por el jarrón, lo van a arreglar” dijo la mujer. “Se que eres una espía costarricense y yo estoy aquí para ayudarte…
Gracias por tu participación 🙂
“¡Allí está! ¡Allí está!”, se dijo, al divisar el logotipo en el uniforme que llevaba. Era una mujer.
La mujer llevaba un jarrón Kintsugi con ella. También estaba viendo anime en su teléfono. Específicamente Naruto. Sonia no podía ver que había otros espías del grupo L.A.N.Z.A. alrededor. Ese grupo era el enemigo de DIS. Sonia sabía que el grupo de L.A.N.Z.A. era mejor, solo que no quería admitirlo.
¡Gracias Pablo! nos hemos quedado intrigados con esta continuación… 🙂
Si quieres ampliarla un poco más para que llegue a las 280-300 palabras ¡sería genial!
¿Dónde se puede escuchar el relato? Parece que no está el archivo de audio
Hola, Luis! Ya se puede escuchar 🙂